El caso es que les pregunté a los alumnos qué podía significar esa expresión. Poco a poco fuimos llegando a entender por qué lo consideraban como mal y como necesario... de ahí pasamos a las relaciones sexuales -distinguiendo sexo de procreación- y, como siempre que se une sexo con Grecia, aparece la homosexualidad, y, como estamos en los tiempos que estamos, cuando se habla de matrimonio, familia, etc, aparece también la homosexualidad y la Iglesia Católica.
A veces creo que me excedo de dogmático y que me meto en camisas de once varas, pero es que no consigo entender que una persona pueda ser calificada de buen padre/madre, buen/a profesor/a o buena persona en función del sexo de la persona con la que se acuesta; y, como les decía a mis alumnos, ¿quién es la iglesia católica para decirle a alguien que yo y mis ochenta perros o mis compañeros de piso, o mis amigos, o incluso mis compañeros de trabajo no formamos una familia? ¿Acaso me meto yo en su vida? No. Me he despojado ya hace años de ese lastre y, si yo no me meto con ellos e intento no juzgarlos, que ellos tampoco lo hagan y no intenten presentarme como un ser extraño, anormal y antinatural cuando mi rareza no va más allá de tener el pelo largo, ser profesor de griego y, a veces, llamarle naranjas a las zanahorias.
¡Uf, que me salgo del tema! El caso es que acabamos hablando de los conceptos de normalidad y naturalidad -ardua discusión...- y, al llegar a casa, me encuentro con este vídeo. Que cada uno saque sus propias conclusiones.
Afortunadamente, yo sigo igual, aunque me repita...
Cap comentari:
Publica un comentari a l'entrada